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¡El criminal es el elector!

sábado, octubre 26th, 2013

Detalle del óleo "Rebaño de ovejas en el abrevadero"

Texto publicado en 1906 por el militante y escritor anarquista francés Albert Libertad en su periódico L’anarchie.

Tú eres el criminal, oh Pueblo, puesto que tú eres el Soberano. Eres, bien es cierto, el criminal inconsciente e ingenuo. Votas y no ves que eres tu propia víctima.

Sin embargo, ¿no has experimentado lo suficiente que los diputados, que prometen defenderte, como todos los gobiernos del mundo presente y pasado, son mentirosos e impotentes?

¡Lo sabes y te quejas! ¡Lo sabes y los eliges! Los gobernantes, sean quienes sean, trabajaron, trabajan y trabajarán por sus intereses, por los de su casta y por los de sus camarillas.

¿Dónde y cómo podría ser de otro modo? Los gobernados son subalternos y explotados; ¿conoces alguno que no lo sea?

Mientras no comprendas que sólo de ti depende producir y vivir a tu antojo, mientras soportes –por temor- y tú mismo fabriques –por creer en la autoridad necesaria- a jefes y directores, sábelo bien, también tus delegados y amos vivirán de tu trabajo y tu necedad. ¡Te quejas de todo! ¿Pero no eres tú el causante de las mil plagas que te devoran?

Te quejas de la policía, del ejército, de la justicia, de los cuarteles, de las prisiones, de las administraciones, de las leyes, de los ministros, del gobierno, de los financieros, de los especuladores, de los funcionarios, de los patrones, de los sacerdotes, de los propietarios, de los salarios, del paro, del parlamento, de los impuestos, de los aduaneros, de los rentistas, del precio de los víveres, de los arriendos y los alquileres, de las largas jornadas en el taller y en la fábrica, de la magra pitanza, de las privaciones sin número y de la masa infinita de iniquidades sociales.

Te quejas, pero quieres que se mantenga el sistema en el que vegetas. A veces te rebelas, pero para volver a empezar. ¡Eres tú quien produce todo, quien siembra y labora, quien forja y teje, quien amasa y transforma, quien construye y fabrica, quien alimenta y fecunda!

¿Por qué no sacias entonces tu hambre? ¿Por qué eres tú el mal vestido, el mal nutrido, el mal alojado? Sí, ¿por qué el sin pan, el sin zapatos, el sin hogar? ¿Por qué no eres tú tu señor? ¿Por qué te inclinas, obedeces, sirves? ¿Por qué eres tú el inferior, el humillado, el ofendido, el servidor, el esclavo?

¿Elaboras todo y no posees nada? Todo es gracias a ti y tú no eres nada.

Me equivoco. Eres el elector, el votante, el que acepta lo que es; aquel que, mediante la papeleta de voto, sanciona todas sus miserias; aquel que, al votar, consagra todas sus servidumbres.

Eres el criado voluntario, el doméstico amable, el lacayo, el arrastrao, el perro que lame el látigo, arrastrándote bajo el puño del amo. Eres el sargento mayor, el carcelero y el soplón. Eres el buen soldado, el portero modelo, el inquilino benévolo. Eres el empleado fiel, el devoto servidor, el campesino sobrio, el obrero resignado a su propia esclavitud. Eres tu propio verdugo. ¿De qué te quejas?

Eres un peligro para todos nosotros, hombres libres, anarquistas. Eres un peligro igual que los tiranos, que los amos a los que te entregas, que eliges, a los que apoyas, a los que alimentas, que proteges con tus bayonetas, que defiendes con la fuerza bruta, que exaltas con tu ignorancia, que legalizas con tus papeletas de voto y que nos impones por tu imbecilidad.

Tú eres el Soberano, al que se adula y engaña. Te encandilan los discursos. Los carteles te atrapan; te encantan las bobadas y las fruslerías: sigue satisfecho mientras esperas que te fusilen en las colonias y que te masacren en las fronteras a la sombra de tu bandera.

Si lenguas interesadas se relamen ante tu real excremento, ¡oh Soberano!; si candidatos hambrientos de mandatos y ahítos de simplezas, te cepillan el espinazo y la grupa de tu autocracia de papel; si te embriagas con el incienso y las promesas que vierten sobre ti los que siempre te han traicionado, te engañan y te venderán mañana; es que tú mismo te pareces a ellos. Es que no vales más que la horda de tus famélicos aduladores. Es que, no habiendo podido elevarte a la consciencia de tu individualidad y de tu independencia, eres incapaz de liberarte por ti mismo. No quieres, luego no puedes ser libre.

¡Vamos, vota! Ten confianza en tus mandatarios, cree en tus elegidos.

Pero deja de quejarte. Los yugos que soportas, eres tú quien te los impones. Los crímenes por los que sufres, eres tú quien los cometes. Tú eres el amo, tú el criminal e, ironía, eres tú también el esclavo y la víctima.

Nosotros, cansados de la opresión de los amos que nos das, cansados de soportar su arrogancia, cansados de soportar tu pasividad, venimos a llamarte a la reflexión, a la acción.

Venga, un buen movimiento: quítate el estrecho traje de la legislación, lava rudamente tu cuerpo para que mueran los parásitos y la miseria que te devoran. Sólo entonces podrás vivir plenamente.

¡EL CRIMINAL es el Elector!

El anarquista individualista considerado como hombre de acción

miércoles, agosto 28th, 2013

Detalle de "Las manos de la protesta" de Guayasamín

Émile Ármand (1872-1962) fue un anarquista francés, el más importante exponente del individualismo anarquista y del amor libre en los primeros años del siglo 20. El texto presentado a continuación corresponde a uno de los capítulos de su ensayo El anarquismo individualista, lo que es, vale y puede.

El anarquismo como vida y como actividad

Puesto que el anarquismo no es únicamente una filosofía, un sistema, un método, una actitud, sino que es además y ante todo una vida y una actividad, el anarquista se encuentra inmediatamente en contradicción violenta e inevitable con el medio social. Los sistemas de creencias, los métodos de convicción, los programas de toda clase, en que los hombres se dividen, no exigen generalmente que sus fieles o partidarios adopten una posición tan decisiva; los unos no afectan más que al intelecto y su acción no tiene repercusión alguna en la vida cotidiana; los otros ponen sus esperanzas en un incierto porvenir:  el paraiso deseado resplandece en el más allá, los justos y equitativos propósitos se promulgarán mañana, en la próxima legislatura o cuando caiga el ministerio; la República social, la sociedad futura, la organización colectivista o comunista mundial se realizarán … ¡quién sabe cuando!

La reprobación sincera de toda autoridad exterior y de toda explotación plantea un problema que es preciso resolver todos los días y a todas horas, a menos de dejarse arrastrar por la corriente de los compromisos, perder toda voluntad de resistir a la opresión o vivir en perpetua contradicción con sus propias convicciones.

Teoría de la reacción en el medio ambiente

La ruptura de equilibrio en un medio dado, constituye muy probablemente la forma elemental de la vida y en todo caso su manifestación incontestable. En efecto, cuando una agitación o una fermentación se origina, como síntoma de nueva forma de vida, la lucha es imprescindible entre el ambiente refractario, apático, y aquella. No hay que olvidar que vivir es combatir y afirmarse y al cesar la lucha, cesa también el movimiento y la vida.

Felizmente, jamás se afirmará sobre la Tierra el reino de la armonía, estancado, monótono y mortal. Siempre habrá protestatarios, rebeldes, refractarios, aislados, críticos, razonadores, negadores, seres que amarán y odiarán vigorosamente, apasionados, perturbadores, amorales, ilegales, antisociales, anarquistas en fin.

Las leyendas prehistóricas nos enseñan que la misma Edad de Oro conoció descontentos y que toda la ambrosía del Olimpo no bastó para calmar a Prometeo. Y en todos los tiempos hay alguien que reacciona contra la opinión o la tiranía del mayor número. El planeta no es aún bastante viejo para haber agotado el elemento vital o la energía de resistencia individual común a todos los seres. Y sin duda la Tierra dará muchas vueltas alrededor del sol, antes que así suceda. Y este es el más consolador pensamiento, después de haberse desvanecido las ilusiones y entusiasmos idealistas, ante las decepciones que la realidad ofrece a la consideración individual.

El individuo se rebelará siempre contra la masa. El único no aceptará jamás la dominación de la multitud, y el hombre solo no se dejará absorver por el conjunto.

El artista no prostituirá su visión ante los gustos del vulgo y el poeta no sacrificará su inspiración a la mentalidad dominante.

Los que colocan la libertad por encima del bienestar material, no podrán entenderse con los que siempre están dispuestos a comprometer poco o mucho de su independencia por un plato de lentejas o por un precio mayor. Los que se preocupan sobre todo de la escultura de su propio ser, no pueden estar de acuerdo con los que no van más allá de la lenta transformación del ambiente.

El artesano no se inclinará ante el obrero, autómata maquinal del taller o la fábrica. No renunciará a dotar de su originalidad personal al objeto que sale de sus manos, para seguir un vulgar patrón de producción común.

El educador no se inclinará ante el vulgarizador, ni el investigador ante el guardían de las fórmulas, ni el inventor ante el rutinario, ni el experimentador ante el detentador de las verdades oficiales …

El activo se negará siempre a trabajar para el holgazán y el parásito, y el digno despreciará al rastrero.

El explotado será hasta el fin el irreconciliable enemigo de quien le impida aprovecharse en absoluto del fruto de su propio esfuerzo, cualquiera que sea el nombre del explotador, el disfraz del acaparador o del privilegiado: capitalista, administrador, colectividad, comunidad o grupo.

El anarquista no se dejará nunca dominar, ni seducir por la perspectiva del bienestar económico, ni comprometer por los partidarios del menor esfuerzo y mayor dependencia. No se encontrará tampoco entre los modestos burgueses que buscan en la resolución de la cuestión del vientre el disimulo de su incapacidad para resolver su cuestión personal, afrontando la vida con sus riesgos morales, intelectuales y económicos, partiendo en principio desde un punto de equidad.

El anarquista individualista adoptará como base de su vida activa y de su propaganda, su elevación razonable, que le pone constantemente en legítima defensa contra todo régimen implicando sacrificio de la unidad a la pluralidad social, aunque de tal imposición resulte un beneficio económico.

No hay vida sin lucha

Dejarse dominar sin oponer resistencia, o aspirar a un mando cualquiera, no es propio de anarquistas, y para éstos, precisamente, la lucha será incesante.

Todo medio constituye una fuerza de energía, de conservación, una reserva estancadora que se opone instintivamente a cualquier tentativa innovadora y aborrece, por tanto, todo lo que tiende a acelerar su lenta descomposición. Desgraciados los que turban su quietud y pretenden impedir o precipitar su gradual disgregación: todas las energías latentes, sacudidas, excitadas, irritadas, se aliarán para esforzarse en ahogar y absorver a los imprudentes impacientes.

El anarquista reaccionará o perecerá sin remisión; o su voz y sus gestos repercutirán afirmándose o se perderan en el murmullo común, anulados por la vulgaridad; o aceptará benévolamente los pretendidos contrato social y solidaridad universal, impuestos por la fuerza de la costumbre y por la violencia dirigente, o bien, rebelándose, defenderá y sostendrá su derecho individual a la negación de tales principios; o no será más que un número matriculado en la masa, sin iniciativa ni voluntad, o bien se esforzará por disponer de su propia actividad. Y precisamente, porque rechaza la solidaridad universal, se verá normalmente obligado a obrar en desacuerdo con el contrato social. Y téngase presente que la reacción no se mantiene más que a costa de la lucha.

Actitud anarquista contra la sociedad actual

Ahora bien, o la sociedad está mal conformada o ella funcionará del mejor modo posible. Este es el dilema, lector, y si tu la encuentras buena y ves que satisface tus aspiraciones, serías el más necio de los necios al combatirla. Si por el contrario, juzgamos su maldad, nuestros movimientos no pueden tender más que a destruirla, aprovechando los medios circunstanciales o de propio ingenio de que podamos disponer.

El anarquista tiene todo el interés en ver acelerarse la descomposición social y su labor natural estriba en ser un fermento destructor, bajo cualquier régimen o combinación autoritaria.

El anarquista individualista no se retira del mundo como los anacoretas de los primeros siglos del cristianismo, sino que en él afirma su existencia, trata de vivir su vida. No se estaciona pensando en el futuro y no cuenta con la promesa de que los retrasados vengan a alcanzarle en sus aspiraciones. Estacionarse es retroceder, es haber perdido la batalla y declarse vencido. El anarquista comprende perfectamente que una gran parte de sus semejantes pertenecen intelectual y moralmente a especies exóticas, de otro tiempo, ineptas fisiológicamente a la concepción y realización de una vida libre. No caerá, pues, en los brazos de una inexcusable sensibilería, porque comprende perfectamente que es una despreciable añagaza y una cínica mentira el amor al género humano.

Émile Ármand
El anarquismo individualista, lo que es, vale y puede

Comercio equitativo (Josiah Warren)

jueves, abril 18th, 2013

Detalle de "El mercado de Maubeuge", de Victor Gabriel Gilbert

En su libro Pioneros de la libertad estadounidense (origen del pensamiento liberal y radical en Estados Unidos), publicado por primera vez en 1941, el anarquista alemán Rudolf Rocker dedica un capítulo a Josiah Warren (considerado padre y pionero del anarquismo estadounidense) y su noción de lo que ha de ser el comercio equitativo. A continuación un breve extracto (traducción libre).

Josiah Warren proclamó la soberanía del individuo en lugar de la soberanía del pueblo. De acuerdo a sus convicciones cada individuo presenta un ser psíquica y físicamente independiente, por lo tanto cada hombre y mujer debería ser su propia autoridad y su propio gobierno. De esto se deriva que nadie tiene derecho a interferir en la formación de su vida. Sin embargo en lo concerniente a las relaciones sociales de los hombres, estas deben, según la interpretación de Warren, fundamentarse en el intercambio justo de los productos de su trabajo, lo cual evitaría toda ganancia indebida para unos en detrimento de otros.

El prerrequisito para esto es que toda riqueza natural como la tierra, minerales, ríos, etc., no debe estar sujeta al monopolio de una pequeña minoría, sino que el acceso a las materias primas necesarias debería estar abierto a cada individuo en iguales condiciones, en tanto dichas materias sean producidas por la propia naturaleza sin intervención del trabajo humano. Pero cada hombre y mujer tiene derecho al producto íntegro de su propio trabajo o a la parte de lo que produce junto a otros. Este derecho al producto íntegro del trabajo propio es para Warren la base de toda libertad personal, la condición necesaria de toda armonía social.

Pero para dar con una evaluación justa del producto proveniente del trabajo personal es necesario ante todo, en opinión de Warren, comprender claramente que todas las nociones de la economía política sobre el llamado valor se sustentan en supuestos arbitrarios. Esto aplica tanto al valor de uso como al valor de cambio. El valor es un concepto indeterminado el cual depende de circunstancias que en la mayoría de los casos resultan altamente impredecibles y en constante cambio. Para un hombre hambriento un pedazo de pan lo vale todo. Un hombre enfermo cuya vida podría ser salvada por un remedio en particular sacrificaría todas sus riquezas, en caso de no haber otra alternativa, con tal de conseguirlo. Pero eso no significa que el intercambio que ocurre entre el hombre enfermo y el poseedor de la medicina sea un intercambio justo. Al contrario, quien explota la necesidad extrema de un hombre para su propio beneficio y fija un precio arbitrario para esa medicina está actuando como un usurero, y se convierte en un explotador inescrupuloso cuyo comportamiento viola cada uno de los principios de la ética social.

Pero el ejemplo anterior retrata los principios económicos de nuestros actuales sistemas sociales. El empresario que se aprovecha de las penurias económicas de los trabajadores y les roba una porción del producto de su trabajo; el terrateniente que gracias a su monopolio sobre la tierra, que él no ha creado, la arrienda y se embolsa las rentas correspondientes; el prestamista que entrega al productor la suma de dinero necesaria para llevar adelante su negocio, y que pretende a cambio un porcentaje extra como pago; todos ellos viven a expensas del trabajo de otros sin crear ellos mismos valores sociales. Al aprovechar la necesidad de un producto como medida de su precio se crea un sistema de intercambio que somete a las grandes masas del pueblo bajo el control económico de una minoría privilegiada. Y como consecuencia, la libre determinación del individuo sobre sí mismo se hace imposible.

Warren llegó a la conclusión que el precio de una mercancía no debería estar determinada por el principio de su utilidad sino por el principio del trabajo. En otras palabras, que el tiempo y el esfuerzo requeridos para la elaboración de un artículo fuese la única medida justa para fijar su precio. Warren llamó a esto comercio equitativo sobre la base del costo como límite del precio. En su opinión todos los otros métodos para determinar el valor tienden a perpetuar la explotación del hombre por el hombre y, en consecuencia, a hacer de la opresión política y social un estado permanente de las cosas.