Una defensa del aborto
Mientras redactaba un borrador para justificar mi no oposición al derecho a abortar me iba dando cuenta que tanta teoría dejaba más preguntas que respuestas, tanto en el ámbito científico, ético y filosófico. Así que decidí darle un giro hacia un enfoque más práctico y directo.
En su libro, Una defensa del aborto, Judith Jarvis Thomson nos propone un ejercicio de ética práctica en defensa del aborto (posición que comparto), y que tal vez nos obliga a cuestionar nuestras convicciones previas respecto al tema. La analogía, conocida como El violinista, dice más o menos así (tomaré prestado un resúmen de Peter Singer):
Imaginemos que una mañana nos despertamos en la cama de un hospital, conectados de alguna manera a un hombre que se encuentra inconsciente en la cama junto a la nuestra. Se nos dice que este hombre es un famoso violinista que padece una enfermedad renal. La única forma que tiene de sobrevivir es teniendo su sistema circulatorio conectado al de otra persona con el mismo grupo sanguíneo, y nosotros somos la única persona con la sangre adecuada, de modo que una asociación de amantes de la música nos secuestró y llevó a cabo la operación de conexión. Como nos encontramos en un hospital de buena reputación podríamos, si quisiéramos, decirle a un médico que nos desconectara del violinista; en cuyo caso él moriría irremediablemente. Por otra parte, si permaneciéramos conectados solo (¿solo?) nueve meses, el violinista se recuperaría y podríamos ser desconectados sin poner su vida en peligro.
Esta situación inesperada nos pone frente a un conflicto de intereses y nos lleva a preguntarnos si estaríamos obligados moralmente a ayudar al violinista, con toda la carga física y emocional que eso involucraría; a preguntarnos si el derecho a la vida implica arrogarnos sin oposición el derecho a utilizar el cuerpo de otra persona contra su voluntad, incluso aunque no utilizarlo nos suponga la muerte; a preguntarnos si debemos aceptar que estemos simepre obligados (u obligar a otros) a hacer aquello que tenga las mejores consecuencias entre todas las opciones, aún cuando este actuar implique un sacrificio considerable o un costo a pagar muy alto.
Si nuestra respuesta resulta negativa, entonces aparentemente no hay justificación suficiente para oponernos a que una mujer pueda optar por un aborto, a tal grado de impedirlo o castigarlo ya sea penal o moralmente, cuando el embarazo es consecuencia de una violación; incluso podemos extendernos al caso de un embarazo no deseado, que ha sido consecuencia de la ignorancia, un descuido o un fallo en el anticonceptivo utilizado. En cambio si nuestra respuesta es positiva, nos encontraremos entonces frente a una postura utilitarista que no trepida en utilizar al individuo como mero instrumento de una causa externa a él.
Volvemos a la pregunta del millón de dólares ¿te desconectarías del violinista? Yo al menos dudaría, lo cual abre la puerta a un sí. ¿Consideraría merecedora de culpa a aquella persona que decida desconectarse? Por supuesto que no.
Lo divino es la causa de Dios; lo humano, la causa del hombre. Mi causa no es divina ni humana, no es ni lo Verdadero, ni lo Bueno, ni lo Justo, ni lo Libre, es lo mío, no es general, sino única, como Yo soy Único.
Max Stirner
El único y su propiedad
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